Con La Mancha como telón de fondo Ana Iris nos
presenta su vida sin tapujos, sin tapaderas. Una vida a caballo entre dos
mundos en la que su familia desempeña el papel principal y en la que, además de
crecer la propia escritora en el relato, crecen los pueblos, esos pueblos que
la vieron crecer, que la acompañaron y que le dieron cobijo. Los pueblos
también crecen, al igual que las personas, y constituyen un enorme reflejo de
la sociedad y de la historia. Este libro nos enseña desde dentro la vida de Ana
Iris, lo que significó formar parte de una familia feriante y como se entiende
la vida (y el mundo) desde esos pequeños pueblos que tanto (¡pero tanto!)
tienen que contar. Además, el relato ofrece una imagen de lo que hay detrás de
esa España vacía que sale de los pueblos a las ciudades, de la gentrificación y
la comparación entre dos épocas y entre tres realidades. “Tendré que
explicarte lo que es un Pueblo y sabrás que el nuestro está atravesado por tres
realidades: la ausencia total de relieve, el Quijote y el viento”
Para mí Feria ha sido un libro puro, un libro transparente cargado de una esencia tan grande que a veces resulta casi inexplicable. La manera de retratar una realidad tan familiar, la forma de construir un retrato tan sincero, es lo que hace que tengas más y más ganas de devorar este libro. Ganas de empaparte de la historia que nos cuenta Ana Iris, cogiendo cariño a cada una de las personas y viendo en ellas el reflejo de ciertos aspectos de tu realidad, a personas de tu familia o a pensamientos que de alguna manera nos rondan por la mente a más de uno, a pesar de quizás no compartir la mayoría de los puntos de la vida de la autora. Recomiendo encarecidamente a todo el mundo leer Feria, seas de pueblo o de ciudad, hayas visitado muchos o no hayas pisado prácticamente ninguno.
Mi puntuación: 💓💓💓💓💓